Extra?do del texto de Shulamit Hareven en la Antolog?a Korot meBereshit, de Ruth Ravitzky.
Alabanzas a Lea
En los primeros d?as de Jacob, mientras posee su primera identidad y no es Israel, hay en ?l una especie de negaci?n a la discordia. Una negaci?n a la vida. Caracter?stica, dir?a un psic?logo moderno, del hijo mimado de su madre, del hijo preferido, cuya relaci?n con su madre no es m?s ni menos que la vara con la que mide el mundo.
Sin mayor reflexi?n el joven Jacob toma sobre s? el robo, sin vacilaci?n sale al camino y llega a la mesa de su suegro (tambi?n hermano de su madre) cuando trabaja para ?l (estamos ante el primer retrato de lo que es una relaci?n entre suegro y yerno).
Tambi?n Isaac trajo a su mujer por medio de un enviado (y no hubo de tomar ni un vaso de agua en la casa de su suegro). Jacob no posee la independencia masculina claramente establecida que caracteriza a los l?deres del pueblo. Tampoco es el creador de una vida patriarcal, su padre y su abuelo no le sirvieron de ejemplo. ?l es, se puede decir, un hijo sin padre, ?el hijo de mam??, un hombre lleno de imaginaci?n, cuya fuerza no se encuentra en el conflicto directo. ?l es un hombre encubierto.
La no aceptaci?n de sus dos mujeres, Raquel y Lea, es parte de la negaci?n del conflicto en Jacob, una parte del mundo imaginario en el que se encuentra.
Jacob cercena a cada una de las hermanas: en Raquel se niega a ver su esencia maternal, s?lo ve a la bella mujer de la que se enamor?, y en Lea, por el contrario, s?lo ve el aspecto maternal y no su dimensi?n de esposa-mujer.
El amor de Jacob para con Raquel es el amor del sentimiento (tan caracter?stico de la adolescencia).
Por el contrario, Raquel no quiere ser esa mujer que Jacob ama, no quiere ser la mujer-mito, la mujer-ni?a: ella percibe muy claramente la pobreza humana esencial de una situaci?n cerrada y cubierta como ?sta, que no tiene salida, y quiere, expresamente, ser como su hermana Lea.
Desde un punto de vista simb?lico, cuando ella viene a Jacob con la exigencia, “dame hijos, sino me muero”, le esta exigiendo que deje de hacer de ella una mujer, algo extra?do de su imaginaci?n errante, y que vea sus verdaderas necesidades. Pero entonces “se enoj? mucho Jacob”: ?l se enoj? por el hecho mismo de la exigencia. ?l no le sugiere que rece para tener un hijo. ?l no le da ninguna esperanza. ?l dice: Dios es quien te ha impedido parir. En otras palabras, ?l continua con testarudez viendo la esterilidad de Raquel como un principio de Dios, como una fuerza especial que se le dio, como una parte de la magia que es imposible cambiar.
En general Jacob no es proclive a cambiar situaciones, no discute con Dios, como lo hizo Abraham en el caso de Sodoma, o como lo hizo Isaac para pedir a Dios que abra el ?tero de Rebeca. Jacob piensa que no tiene el poder de cambiar nada. No posee la fuerza de creer en la posibilidad de un cambio. ?l prefiere quedarse en su percepci?n de que existen fuerzas m?gicas que no est?n bajo su dominio, y por lo tanto no esta obligado a cambiarlas.
Lea, cuyos “ojos son tiernos”, en una lectura detallada no es ese personaje d?bil que s?lo saber tener hijos, a la que as? percibimos, tal vez por influencia de Jacob, y que se proyecta en nosotros hasta el d?a de hoy.
La fuerza de vida de Lea es mucho m?s fuerte que la de Raquel no s?lo en su fertilidad, que es consecuencia y no cualidad, sino en su humanidad. En ning?n texto est? dicho o sugerido si acaso que Raquel posee la fuerza de querer a su marido. Raquel incluso vende la noche que le corresponde con su marido por unas mandr?goras. Lea lo ama y lucha por ?l. A los ojos de Raquel los hijos son el objetivo, a los ojos de Lea son el medio para obtener el amor de Jacob.
La personalidad realmente emotiva, poseedora de la verdadera fuerza rom?ntica, y no la aparente, de amor y de lucha desesperada, es de Lea y no de Raquel.
A los ojos de Lea, Jacob es s?lo su marido y ella no reconoce a nadie el derecho de compartirlo (??Es poco el haberte t? llevado a mi marido??? (G?n., 30:15) como si no fuera tambi?n el esposo de Raquel). Esta es su forma de amar.
Pero Jacob no ve?a las cosas como eran, nunca percibi? que el mito que ?l tanto anhelaba estuvo siempre a su lado, en su cama.
Lea es la “aborrecida”, literalmente. Jacob persigue una mentira, va tras un enga?o de brillo lunar lejano, que nunca puede ser alcanzado ya que no proviene de Dios sino de la magia. El hecho en s? de que le cambien las mujeres a Jacob posee cierto esplendor. ?l pasa toda una noche de amor con Lea-Raquel, sin percibir la diferencia, y cuando le muestran a la luz del d?a que la Raquel de su coraz?n es en realidad Lea, no se da cuenta. No comprende lo que se le pide que entienda, no se ha curado del embrujo. La negaci?n completa de cualquier conflicto en el que Jacob se envuelve le obliga a continuar y separar el “principio-Lea” del “principio-Raquel”. Esta dicotom?a enga?osa, como si se tratara de principios opuestos donde una es la amada y la otra la aborrecida, mantiene atrapado a Jacob. En su cama se crea la maldici?n de la divisi?n, que seguir? manteni?ndose posteriormente a trav?s de las generaciones.
Aqu? interviene la fuerza Divina dedicadamente. Como si quisiera ense?ar a Jacob en forma figurativa que ?l ha gastado todo el vigor de su vida en un asunto secundario: Raquel es enterrada en un costado del camino mientras Lea es enterrada en la cueva de la Majpel?.
Pareciera que Jacob hubiera alejado a Raquel hacia fuera de los l?mites de lo permitido y lo posible, y de esta forma introdujo el principio de la di?spora en sus hijos. Jos? hijo de Raquel es sacado del c?rculo de la vida en la tierra de Israel. La tribu de Efra?m y media tribu de Menash? se demoran por largo tiempo en entrar a Israel. No quieren actuar con energ?a, reci?n al ser obligados a tomar el destino en sus manos rompen el embrujo que pes? sobre Raquel y se asientan en forma permanente. El monte de Efra?m nunca dej? de ser un lugar donde el paganismo se practicaba. La di?spora se encuentra relacionada con los hijos de Raquel. Y no s?lo la dispersi?n, tambi?n la esterilidad.
Las dos mujeres est?riles m?s importantes descritas posteriormente en el Tanaj, son Jana, la madre de Samuel, y Mijal la hija de Sa?l. Ambas descendientes de Raquel, pues Jana pertenece a la tribu de Efra?m y Mijal a la de Benjam?n.
El fundamento de la belleza y la esterilidad de la casa de Sa?l es un principio perteneciente totalmente a Raquel; a pesar que Mijal, la hija de Sa?l, es la ?nica mujer en el Tanaj sobre la que est? dicho (dos veces) que am? a un hombre, a primera vista lo am? y exigi? ser de ?l. A pesar de esta tremenda independencia, se mantuvo en ella la maldici?n que pes? sobre Raquel.
Como nos ha sido sugerido a trav?s de las generaciones, Raquel representa la esterilidad de la di?spora. Pero, a los hijos de Raquel se les dio una compensaci?n muy grande: belleza y gracia personal, adem?s de una compensaci?n monetaria, no deb?an ser ellos castigados pues en nada hab?an pecado.
Pero el ciclo de la vida establece que el gran acontecimiento hist?rico, la revelaci?n divina y no la m?gica, ha quedado a trav?s de las generaciones entre los hijos de Lea.
Es com?n en el Tanaj que a un hombre que posee una responsabilidad hist?rica se le cambie algo en su nombre. As? Abram es Abraham, Sarai es Sara, Oshea es Yeoshua. Jacob es el ?nico que con su ingreso a la corriente hist?rica no se le cambia ninguna letra de su nombre, sino que recibe un cambio completo de identidad. Nuevamente aparece la intervenci?n divina, esta vez proyectada en forma simb?lica, cuando se cambia su nombre Jacob a Israel luego de su pelea con Dios.
Cuando se le cambia su nombre por primera vez, luego de la lucha solitaria al lado del r?o, pareciera que el hecho a?n no hubiera prendido: Jacob no cambia. Rengueando y en forma testaruda sigue con lo suyo. Es necesaria una intervenci?n divina m?s, y esta se produce en Bet-El. Entonces Jacob es declarado Israel. Esta vez de boca del mismo Santo Bendito Sea.
Ya no hay escapatoria debe enfrentar su destino hist?rico, convertirse en un pueblo.
Pero, ?qu? ocurre inmediatamente despu?s de Bet-El? A una corta distancia de all? Raquel muere, o como dir? posteriormente Jacob: “se me muri? Raquel”. Literalmente: Raquel la imaginaria, la que nunca existi?, la Raquel de su fantas?a, ?se le muri? a ?l? en su interior, junto a la Raquel verdadera (y, sin duda, desgraciada), para que pudiera comenzar su misi?n como Israel. Y entonces lo primero que hace es ir a ver a Isaac, su padre. Regresa al fundamento patriarcal. Ya no le teme a Esav. ?l es Israel, que puede enfrentar los conflictos en su vida. Isaac muere y ?l es su heredero.
Nosotros ni siquiera escuchamos que Jacob-Israel llora a Raquel con un lamento especial. ?l, que es un art?fice de la palabra, no dice nada. Se apresura a enterrarla, coloca una estela, ?y viaja Israel”. No hay descanso, el amor m?gico fue enterrado con una sepultura apresurada. El lugar d?nde se es enterrado es muy importante para Jacob, tiene mucho cuidado de ello.
Este es el fin amargo de una fantas?a, que es enterrada r?pidamente y sin lamentaci?n ni llanto.
Pero ning?n hombre cambia su manera de ser de un d?a para el otro, y menos un hombre como Jacob. En poco tiempo vuelve a desviarse con el episodio de Jos?, y en determinada forma tambi?n con Benjam?n.
Nuevamente ?l divide, nuevamente ?l prefiere el sentido m?gico personal sobre la realidad que le es destinada, que mientras tanto se revisti? de una forma muy tangible: un grupo de hijos que se encuentran enojados.
?l renueva el embrujo en los hijos de Raquel. Y no les hace ning?n bien con esto. Jos? es castigado por los sue?os, por los de su padre y los suyos. El castigo es la di?spora. Tambi?n Jacob, al final de su vida, no pudo mantener su hogar en la Tierra de Israel.
?l no es uno de los excavadores de pozos, como su padre y su abuelo. Ellos cavaron pozos, ?l coloc? estelas. Y termin? su vida en la di?spora, cobijado en el poder de su hijo, que a su vez se encontraba bajo las ?rdenes de un gobernante extranjero. Realmente, no es una situaci?n muy respetable para el padre de un gran pueblo. En el momento en que se desarrolla, con el apoyo de Jacob, el fundamento de Raquel, todos descienden a la di?spora.
Podr?a decirse que Jos? es, en su esencia, es el primer jud?o diasp?rico.
Inclusive ?l se vio obligado a apoyar a sus hermanos israel?es en momentos de necesidad. Nada nuevo bajo el sol.
Hasta la esclavitud y la salida de Egipto el pueblo se encuentra bajo la protecci?n temporaria de un hijo de Raquel. La Redenci?n no puede venir sino de manos de un hijo de Lea: Mois?s, de la tribu de Lev?. ?l es quien reintegra el fundamento patriarcal y el principio de la tierra. Ambos principios se encuentran siempre juntos en la Biblia: la tierra de Canaan es la tierra de los patriarcas, el sitio del monote?smo.
Jos? no sali? disminuido: las cualidades de Raquel, la inteligencia, la rapidez, la gracia que conquista el coraz?n de los extra?os, todo esto, junto a la recompensa material, son se?ales de la di?spora.
La posibilidad de “arregl?rselas”, de subir por los pelda?os del poder extranjero, el carisma que atrapa, han sido caracter?sticos de Raquel, la ladrona de los Trafim (en G?n., 31:19 Raquel roba a su padre estos elementos idol?tricos, que tambi?n son utilizados por Lav?n para adivinaci?n y hechicer?a).
Luego viene el trabajo forzado y la esclavitud. De alguna manera la di?spora proviene de Raquel, consecuencia del error del principio de la Raquel de Jacob, del enga?o. Y no en vano es Raquel la madre que llora por sus hijos que salen al exilio. ?Acaso los hijos de Lea no fueron a la di?spora? S?. Pero aqu? se trata del sentido de la di?spora: el distanciamiento, la esterilidad, lo temporal, son el eco del principio de Raquel consecuencia de la mentira y de la separaci?n que aqu? se encuentran. La consecuencia es quedarse fuera del gran “proyecto” de Dios.
Es muy extra?a la forma en que Jacob busc? con toda su fuerza, hasta sus ?ltimos d?as, perseverar en la dicotom?a con respecto a sus dos mujeres. Dios no le respondi?.
“Las bendiciones de tu padre son m?s importantes que las bendiciones de mi padre”, Jacob le dice a Jos?, y le da a ?l y a sus hijos bendiciones de diferente tipo. Pero antes de bendecir a sus hijos pide que se paren sus nietos, los hijos de Jos?, en la misma fila con los hijos de Lea, y no es atendido.
Lo divino no responde a la magia privada. David construye el reinado y Mois?s es el m?s grande de los profetas, todos provienen de los hijos de Lea, de Jud? y Lev?. El Monte del Templo y la capital no se encontrar?n en la heredad de los hijos de Raquel. Lo Divino pas? sobre lo m?gico y lo dej? al costado del camino.
El esp?ritu, la poes?a, la moral, el reinado, fueron revelados a los hijos de Lea. Y es claro que al final el mismo Jacob pide ser enterrado a su lado, como si a su muerte, ?l cambiara y aceptara la sentencia divina. Permanece junto a sus antepasados, en su tierra, y con su verdadera mujer.
Es fuerte la atracci?n de Raquel, lo vemos en muchos escritores, que se vieron por su semblanza seducidos. La imaginaci?n continu? y se le atribuy? la relevancia po?tica a Raquel, y la cualidad “prosaica” a Lea. Sin embargo, esta diferenciaci?n no tiene fundamento. No es atribuible a un fundamento po?tico, la diferencia no es m?s que un enga?o. Hay mucha prosa turbia y falta de imaginaci?n, sin un remanente de bondad, en la esencia de Raquel la ladrona de los Trafim. Hasta los celos y las disputas de la que se ocup? de las mandr?goras.
El nacimiento y la muerte de la matriarca del camino, cuando la caravana casi no se detiene. Por otra parte, hay mucha poes?a en la esencia de Lea y su desesperada lucha por el alma del hombre que ama. Ella no tiene esperanza porque Jacob nunca ser? un hombre completo en su alma, un hombre con la bondad de Dios. Jacob le dice al Fara?n que fueron duros y amargos los a?os de su vida, y ?sta por supuesto es la suprema verdad. Un psic?logo moderno ver?a en sus repetitivas contradicciones, no resueltas, la imposibilidad de liberarse de lo m?gico. Una no resuelta relaci?n ed?pica, en su imposibilidad de tolerar un conflicto real, ?conflicto genital? en t?rminos psicol?gicos, en su falta de fe b?sica, en la posibilidad de cambiar y en su deseo de sentirse protegido hasta el final de sus d?as. Pero esta vez no estamos interesados en la psicolog?a. Lea no logr? nunca liberar a Jacob del mundo embrujado en que estaba atrapado a?n cuando la fuerza de la moral y la energ?a de la vida estaban de su lado.
Muchos escritores continuaron en la senda del pecado de Jacob. Por ejemplo Tomas Mann en “Jos? y sus hermanos”, su preferencia hacia los bellos e inteligentes deja muchas sospechas, mientras los hijos de Lea reciben una descripci?n casi caricaturesca. ?l se empe?a en ver la vitalidad nerviosa especial de los hijos de Raquel como una cualidad espiritual, y la de los hijos de Lea como un atributo materialista. Mann olvida la gracia que despierta la atenci?n y la est?tica no poseen nada de lo divino en el m?s alto sentido del t?rmino, sino todo lo contrario, se trata de una especie de compensaci?n dada por la falta de lo divino.
La procedencia de cualidades espirituales, de la esencia divina, del principio de Raquel, reviste en varios autores un significado de mirada diasp?rica. Una l?nea directa lleva desde aqu? a varios autores jud?os norteamericanos en nuestros d?as. Una mirada que prefiere el un principio de belleza sobre la fuerza, la imaginaci?n sobre la vitalidad, la protecci?n extranjera sobre el orgullo, lo artero sobre lo simple. Pecan, porque separan entre dos posibilidades. Este es justamente el pecado de Jacob, la dicotom?a. As? en su momento Jacob transform? a Raquel en un mito, y a Lea en un monstruo. Mann, entre otros, se empecinaron en ver a los hijos de Lea como grandulones que s?lo serv?an para la lucha, incluso un poco tontos. Esto es m?s que un pecado literario, es una c?moda filosof?a de vida, sentimental, decadente, que no entra realmente en conflicto con el principio de Lea, pues es ella, y no otra, la fundadora de la estirpe espiritual y f?sica.
Parece que, justamente, su vida gris, en donde todo est? dado sin gracia, sin cosas que resaltan, es la que refleja la verdad. E incluso resulta ser m?s espiritual que la gracia vana, inteligente, de los hijos de Raquel, fruto de la imaginaci?n de Jacob. Tal vez haya llegado el momento, desde el punto de vista literario y metaf?sico de revisar m?s de cerca la esencia de Lea y en su fundamento.
No la aborrecida por el so?ador, sino, justamente debido a esta diferenciaci?n, a la amada por la fuerza divina, la destinada a ser la matriarca de una gran religi?n y del gran pueblo. Es la existencia jud?a en su esencia y su pluralidad asombrosa, en la que la divisi?n de Raquel est? incorporada en su m?rgenes, porque todo se incluye en Lea.
La Antolog?a Korot meBereshit, mujeres israel?es escriben sobre el libro Bereshit, compilado por Ruth Ravitzky, fue publicado por Iediot Ajronot, Tel Aviv, 1999.
Traducci?n libre de Edith Blaustein.