Un matrimonio eterno
A lo largo de la historia se han forjado diferentes met?foras sobre c?mo es la relaci?n entre Dios y el pueblo de Israel. Literalmente cientos de otras met?foras son invocadas en la Tor?, el Talmud, el Midrash, los escritos filos?ficos y los pensadores modernos porque Dios elude el entendimiento ?ltimo, porque Dios es ?nico y no hay una forma perfecta de describirLo. El hablar de Dios requiere el uso de met?foras, ya que toda conversaci?n sobre Dios puede llegar a ser, en el mejor de los casos, una aproximaci?n.
Seguramente la met?fora m?s repetida es la de un soberano, Dios es descrito en la Tor? y en el libro de oraciones como un Ser Todopoderoso, de hecho as? se inician la mayor?a de las Brajot, aludiendo a Dios ?melej haolam?, el monarca del espacio y el tiempo. El poder de esta imagen de Dios nos recuerda el poder sobrecogedor del cosmos y la vida. Nosotros no hemos elegido nacer o morir, tal como nos dice la Mishn?, por lo que refiri?ndonos a Dios como un monarca recordamos nuestra obligaci?n de gratitud y obediencia.
Otra imagen popular de Dios lo visualiza un maestro. De acuerdo a una de las formas en que el Talmud entiende la vida luego de la muerte, las almas de los justos estudian Talmud directamente de Dios. ?l es quien entrega el conocimiento, el entendimiento y confiere la sabidur?a. El poder de esta met?fora, de Dios como un maestro es que reconoce el uso de la mente en el servicio a Dios y nos impulsa a cultivar un pensamiento claro y preciso como una forma de aprender del universo y de mejorar la calidad de vida.
Otra de las met?foras para el Alt?simo es la de un guerrero, la Tor? habla de Dios como ?hombre de Guerra? que vence al fara?n y a los opresores de Israel con brazo extendido y mano poderosa. El juda?smo entiende esta guerra como una batalla en contra del mal, en ella hay pasi?n por la justicia y lucha contra del sufrimiento.
Otra met?fora que caracteriza nuestra relaci?n con Dios es comprenderlo como el Juez verdadero, Dios odia la maldad e interviene para oponerse a ella.
Imitar a Dios implica un similar deseo de luchar en contra de lo malo y la injusticia
En esta Parash? aparece una met?fora sobre nuestra relaci?n con Dios. La Tor? recuerda los sobrecogedores momentos en que el pueblo se re?ne a los pies del Monte Sina? para recibir la Tor?. En la cima de la monta?a, las nubes se extienden entre rayos y truenos. Con el pueblo detr?s de ?l, Mois?s avanza hacia la cima y penetra en el techo de nubes. All?, a solas con la divinidad, recibe las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.
El Midrash Mejilta comenta: ?Esto nos ense?a que la Divina Presencia avanz? a recibirlos de igual forma que lo hace el novio que va al encuentro de la novia?. De acuerdo a esta explicaci?n rab?nica, Dios se cas? con el pueblo jud?o en el Monte Sina?. Mois?s se encontraba all? como el padrino de la boda, las nubes eran la jup?, el techo nupcial, y los Diez Mandamientos fueron la ketub?, el contrato nupcial que uni? a Dios y a los jud?os en un compromiso p?blico de mutuo amor y cuidado. Es una hermosa imagen. La met?fora del Sina? como un matrimonio nos permite entender que la esencia de nuestra relaci?n con Dios es la consecuencia de un amor mutuo. Dios nos ama y nosotros respondemos amando a Dios. Debido a esta pasi?n entre los jud?os y Dios, El nos ofrece un Brit, un Pacto eterno, que nos unir? por todos los tiempos. Los t?rminos de nuestra relaci?n se encuentran delineados con gran detalle en los diez Mandamientos y las otras 603 mitzvot que se encuentran en el resto de la Tor?.
Para un buen matrimonio se requiere que ambas partes realicen un compromiso para responder a las necesidades del otro y para crecer con el compa?ero. Por eso cada uno de los c?nyuges accede a tomar la responsabilidad por el otro y ofrecer cuidado y apoyo en los tiempos de necesidad. La particularidad de todo buen matrimonio es que, con los a?os, el amor crece cada vez m?s fuerte.
As? es entre el pueblo jud?o y Dios. Los compromisos iniciales y las responsabilidades que formalizaron nuestra relaci?n se encuentran codificados en la Tor?.
En el coraz?n de cualquier matrimonio, m?s all? de los cambios, hay algo que permanece constante: las obligaciones mutuas de cuidado y respuesta y el deseo de recibir las necesidades del otro como mandamientos. Este amor eterno ha sostenido a nuestros ancestros en tiempos pasados y contin?a motiv?ndonos y nutri?ndonos en el presente.