Parash? Vaishlaj

Elie Wiesel en su libro Mensajeros de Dios nos relata: En su sue?o, Jacob vio una escalera cuyo extremo llegaba al cielo. Todav?a existe. Est?n los que la han visto, en alg?n lugar de Polonia, al costado de una estaci?n de tren abandonada, y un pueblo entero estaba subiendo hacia las nubes ardientes. Tal era el car?cter del miedo que nuestro Jacob debe haber sentido.

Wiesel contin?a haciendo una descripci?n de nuestro Patriarca.
Un hombre solitario, un sue?o incandescente, un conflicto. Dos hermanos, dos destinos. Atados y separados por la noche. Un hombre frente a la muerte, Un hombre que imagina su futuro.
Un examen de si mismo que implica un cuestionamiento de su pasado. Recuerdos de la primera infancia, de las primeras peleas con su hermano mayor, tempranos triunfos a los que segu?a el remordimiento, primeros amores, primera y ?ltimas decepciones. Todos aquellos acontecimientos lo hab?an conducido al enfrentamiento que acababa de tener con su t?o Laban y al que tendr?a ma?ana con su hermano Esau.
Jacob estaba preocupado, lo que era comprensible. Ma?ana podr?a morir. Su hermano, a quien no hab?a visto en veinte a?os, no vendr?a a la cita solo: estar?a acompa?ado, por lo menos, por cuatrocientos hombres armados. ?Qu? ocurrir?a ma?ana? Jacob ten?a miedo.
En realidad, si hubiera tenido el m?s m?nimo dominio de las cuestiones pr?cticas, Jacob hubiera tratado de descansar. Ma?ana iba a necesitar toda su energ?a, todas sus facultades. No pod?a, porque esta noche iba a marcar el comienzo de una nueva aventura, la m?s importante de todas.
Una aventura extra?a, misteriosa desde el principio al fin, de una belleza sobrecogedora, intensa hasta el punto de hacernos dudar de lo que experimentan nuestros sentidos. Fil?sofos y poetas, rabinos y narradores, todos han aspirado a arrojar luz sobre el enigm?tico acontecimiento que se desarroll? aquella noche, a unos pocos pasos del r?o Jabbok. Un episodio relatado en la Biblia con su acostumbrada y majestuosa sobriedad. ?Lo recuerdan?

Dejaron solo a Jacob. Y un hombre luch? con ?l hasta que amaneci?. Cuando vio que no lo hab?a vencido le sac? la cadera de su lugar. Y le dijo:
El d?a est? llegando, d?jame ir.

Jacob respondi?:
No te dejar? ir, a menos que me bendigas.

Y ?l le dijo:
?Cu?l es tu nombre?

Jacob respondi?:
Jacob.

El otro dijo:
Tu nombre no ser? m?s Jacob, sino Israel, pues tu luchaste con Dios y lo venciste.

Entonces Jacob pidi?:
Te ruego que me digas tu nombre.

Y ?l respondi?:
?Para qu? deseas saberlo? Y lo bendijo.

Jacob llam? a ese lugar Peniel:
Pues he visto a Dios cara a cara, y sin embargo sigo con vida.

Hay diversas interpretaciones. Aqu? las dimensiones del episodio se modifican: asistimos a una confrontaci?n ente Jacob y Jacob. El heroico so?ador y el inveterado fugitivo, el hombre modesto y el fundador de una naci?n se batieron en Peniel en una fiera y decisiva batalla. Y gan?. Pod?a ser un ?ngel, su otro yo, o un hombre, pero hay algo seguro, el adversario fue derrotado. Ahora Jacob estaba preparado para enfrentar a su hermano enemigo. Tal es, pues, el significado primordial de este episodio: la historia de Israel nos ense?a que la verdadera victoria del hombre es la que logra sobre si mismo.
Peniel: encrucijada, momento dram?tico para el esp?ritu de Jacob. Ya no estaba satisfecho con su condici?n de hijo de Isaac y nieto de Abraham, ansiaba tener un nombre que le perteneciera. Cargar de un significado completamente propio y ligar a un acontecimiento que lo inmortalizara.
Israel no es ya decididamente el Jacob desorientado y sentimental que hemos conocido hasta ahora. Ha aprendido a ser duro y resuelto. A derrotar a sus adversarios e inspirar respeto a los ?ngeles. Si, por cierto: podr?a contemplar Peniel y recordarlo con orgullo.Publicado por Edith Blaustein

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