Rabino Eliahu Birnbaum
Si bien la Tor? como cuerpo, con todas las Mitzv?t, normas de acci?n y de contenci?n, fue entregada al pueblo de Israel reci?n cuando ?ste arrib? al pie del Monte Sinai, cuatro de las Mitzv?t fueron impuestas con anterioridad. Primero vino el precepto de “pr? urb?”,”sed f?rtiles y multiplicaos” dictado por Dios a Ad?m y Jav?; luego el “brit mil?”, pacto sellado entre Dios y Abrah?m para todas las generaciones siguientes, a trav?s de la circuncisi?n; m?s tarde, “guid hanash?”; y en nuestra parash?, por ?ltimo, el pueblo de Israel recibe la orden de realizar el “korb?n p?saj”; ?sto es, el sacrificio de un cordero, previo a romper el lazo con la esclavitud y con Egipto.
Sobre cada integrante del pueblo de Israel recae este precepto, que revela ser un aut?ntico desaf?o: el cordero, animal sagrado para los egipcios, deb?a ser tomado, cuidado durante tres d?as en cada casa de los hebreos, y sacrificado ante los ojos de los egipcios. Finalmente, el ritual abarcaba tambi?n la obligaci?n de comer toda la carne del cordero, por lo que se tornaba imprescindible la participaci?n de varias familias hebreas en cada sacrificio.
A partir del Korb?n P?saj nace la simbolog?a de la mesa jud?a como elemento de cohesi?n religiosa y cultural. La familia jud?a se sienta a la mesa, y no es menos el alimento que el esp?ritu recibe en la experiencia de una “seud?”, que el que toca al cuerpo a partir de la comida que ingiere. La mesa jud?a est? llamada a ser un pilar para la armon?a entre las generaciones que componen al pueblo, y un episodio fermental que ayuda a la transmisi?n de los contenidos judaicos, as? como a dirimir conflictos entre los individuos.
Cuando el Fara?n ha decidido ya otorgar el permiso para que el pueblo de Israel se dirija al desierto a ofrecer el korb?n, pregunta finalmente a Mosh? y Ahar?n: ?”Qui?nes son los que ir?n?”.
“Con nuestros j?venes y con nuestros ancianos iremos”, responde Mosh?; “con nuestros hijos e hijas, con nuestro ganado todo iremos, pues fiesta a Dios es para nosotros”. Un pueblo que desea adquirir realmente condici?n de libertad, debe encontrarse unido; no puede permitirse ning?n bache en la continuidad de las generaciones que lo componen. La continuidad es el s?mbolo de la unidad del pueblo; todo cuanto concierne a la identidad colectiva del pueblo debe preservarse y transmitirse de generaci?n en generaci?n, para lo cual ni los j?venes ni los ancianos han de estar ausentes de ninguna experiencia colectiva trascendental.
As? como era imprescindible, ante la planificaci?n del Korb?n en el desierto, contar con todos los integrantes de la naci?n, sigue siendo ineludible hoy para la continuidad de nuestro pueblo, que las generaciones que lo componen mantengan una buena y arm?nica comunicaci?n. Ning?n esfuerzo es ocioso ante la magnitud de la necesidad de que este acercamiento se produzca permanentemente, y resulte fortificado a partir de las obras de cada uno de nosotros.
Gracias por esta ense?anza, la cual nos indica que una de las fortalezas del pueblo jud?o es mantener vivas la comunicaci?n y el respeto a los valores de las antiguas generaciones.
Shalom Gabriel sr.