Por Rabino Nissan Ben Avraham
Ya en el cap?tulo 13 del libro de Breshit (G?nesis) nos encontramos con una de las extra?as caracter?sticas de la Tierra de Israel: la hambruna. Avraham acababa de llegar a la Tierra que el Creador le ense?aba y ?he aqu?! Que tiene que salir de ella a causa de la escasez causada por la sequ?a.
La Tierra de Israel linda con el Mar Mediterr?neo por occidente y, ya al subir la cresta de la cordillera central, nos encontramos con el desierto, que se prolonga m?s all? del Jord?n hacia el Gran Desierto Sirio. O sea, que el pa?s es semides?rtico, y por ello hay ciclos m?s o menos largos de sequ?as, que puede durar dos o tres a?os. ?Sequ?a? significa que cae menos del promedio anual de lluvias (que son unos 450 mm), o que las precipitaciones son torrenciales y gran cantidad del agua se pierde, sin posibilidad de aprovecharla correctamente. Cuando esto ocurre varios a?os consecutivos (y no hay posibilidad de riego artificial), se da la escasez, la hambruna.
Y este fue el caso en el a?o 2,023 de la Creaci?n (hace 3,753 a?os), el a?o en que lleg? Avraham a la Tierra Prometida. Hasta el punto que Avraham no tuvo m?s remedio que emigrar a Egipto para aprovisionarse.
Despu?s de la muerte de Avraham se encuentra su hijo Yitsjac con un caso parecido de sequ?a extrema, y ?l tambi?n se plantea la posibilidad de emigrar a Egipto para aprovisionarse o para esperar que las condiciones mejoraran.
Expulsado de su Tierra
En el caso de Avraham, esto resultaba terriblemente comprometedor, ya que acababa de llegar por mandato divino y acababa de recibir la promesa divina que recibir?a esta tierra en heredad. El Midrash describe su paso por las posadas en camino a Egipto, c?mo se re?an de ?l diciendo que ?su D?ios se hab?a burlado de ?l? al darle una tierra de la que ten?a que huir al cabo de pocos d?as. Por su parte, Avraham reafirmaba su plena confianza en el Creador diciendo que cuando llegara el momento adecuado se cumplir?a la promesa divina. El hecho que ?la realidad? pareciera contradecir la profec?a divina no significaba ning?n problema para ?l. As? reaccionaron otros personajes a lo largo de nuestra Historia, cuando no se dejaban confundir por las apariencias y depositaban toda su confianza en las palabras del Creador.
En el cap?tulo 26 del libro de Breshit nos encontramos con una situaci?n similar de hambruna, pero esta vez con Yitsjac, el hijo de Avraham.
Es de esperar que la reacci?n del hijo sea parecida a la de su padre, y se disponga a viajar a Egipto para aprovisionarse o para esperar que pase la mala temporada. As? pues, se dirige a la Tierra de los filisteos, tomando la V?a Maris, que era la m?s corta en direcci?n al pa?s de los Faraones.
??Habita en esta Tierra!?
Pero al llegar all?, le detiene una profec?a especial que le ordena quedarse en la Tierra Santa: ??Habita en esta Tierra!? Nuestros Sabios explican que Yitsjac, despu?s de haber subido al Altar como ofrenda (aunque no hubiera sido degollado, que no era esta la intenci?n divina, por supuesto), recibe una condici?n especial de ?Ofrenda Perfecta?, con unas limitaciones que no tuvo su padre Avraham ni tendr? su hijo Yaacov. Una de ellas es la prohibici?n de salir de la Tierra Santa.
Hubiera sido, tal vez, m?s f?cil para ?l seguir los pasos de su padre Avraham, como lo hizo en otros temas. Pero cada persona es diferente, y las pruebas que recibimos est?n adaptadas a nuestra situaci?n particular. Aqu? Yitsjac debe trillar su propio camino, descubrir una nueva faceta de su personalidad. Con el feliz cumplimiento de la prueba, recibe un premio extraordinario por el que podemos concluir la gran dificultad que tuvo para ?l el cumplimiento. Su permanencia en la Tierra Santa se ve bendecida por una s?per producci?n en los campos que cultiva, cien veces mejor de lo que podr?an producir en a?os pr?speros.
Lo que era para Yitsjac una prueba el no salir de la Tierra Prometida, lo es tambi?n para sus descendientes que ya residen en ella. Muchos j?venes, y tambi?n adultos, que tienen su buena casa en el Estado de Israel, se sienten seducidos por el deseo de irse a ?un lugar m?s tranquilo?. O incluso por el sentimiento que nos resulta tan trivial como de ?ver mundo?. Despreciando, o sin conocer, el enorme m?rito de poder vivir en este lugar tan especial.
Otros, que la Providencia Divina les hizo nacer en la Di?spora, tienen por prueba el esforzarse por llegar a la patria ancestral, vender sus propiedades en el Exilio, despedirse de sus amigos y conocidos, hacer las maletas y trasladar su hogar a una ciudad o un pueblo de Israel.
Cuanto m?s dif?cil, mejor
La verdad es que, en nuestros tiempos en que los viajes resultan f?ciles y relativamente baratos, nos cuesta comprender lo que sintieron nuestros antepasados durante los (a sus ojos) infinitos a?os de Exilio. El sue?o de regresar a la Tierra Prometida les parec?a casi inalcanzable. Hab?a muchos peligros, no tan solo en el viaje en s?, por los piratas y salteadores, el dif?cil cruce de fronteras y problemas de avituallamiento en el camino, sino tambi?n una vez llegados a la meta, un pa?s desolado, habitado por unos ?rabes mucho peores que los que podamos encontrarnos hoy en d?a, y duramente machacado por las epidemias y la carest?a.
Las pruebas de nuestra ?poca no son ni la sequ?a ni la carest?a. Tal vez el miedo a las guerras o los atentados. O, sencillamente, de tener que abandonar los paisajes conocidos, tener que aprender un idioma que se nos antoja muy dif?cil, buscar un nuevo lugar de trabajo. No les quito importancia, al contrario, cuanto m?s dif?ciles son, mayor es el m?rito al vencerlas.
El deseo de nuestros padres de poder vivir en nuestro pa?s ancestral les llevaba a intentar el viaje, vendiendo todas sus propiedades y comenzando una aventura que pocas veces acababa bien. Sin ninguna duda, si pudieran ver o imaginar una ?poca en que el viaje fuera tan sencillo como en nuestros d?as, no alcanzar?an a entender c?mo es posible que siga habiendo jud?os en la Di?spora, que desperdician la oportunidad de hollar la Tierra Santa, la Tierra de la Profec?a, por largos y tediosos que puedan ser los requisitos burocr?ticos.
El motivo es sencillo: no entendemos el significado de estas expresiones: Tierra Santa, Tierra de la Profec?a. Estamos muy, muy lejos de estas nociones y nos cuesta mucho comprender qu? tienen que ver con nosotros. Est? claro que necesitamos profundizar en el tema, hasta que nos sea m?nimamente comprensible. Aun as?, sin acabar de entender su rec?ndito significado, tenemos la obligaci?n formal, como jud?os cumplidores de los Mandamientos del Creador y siguiendo los pasos de nuestros Patriarcas, de establecernos all? con nuestras familias cuanto antes.