Por Michael Freund
Se encuentra all?, en silencio, como un guardi?n en su puesto, proyectando fortaleza y un dram?tico sentido de la historia incluso cuando invoca nuestro m?s profundos anhelos respecto al destino jud?o.
Siendo el sitio m?s conocido de todo Jerusalem, es un s?mbolo que resuena profundamente y a veces inescrutablemente en el coraz?n de todos los que sienten la delicadeza de su toque.
De hecho, para aquellos de nosotros que nacimos luego de los milagrosos eventos de la Guerra de los Seis D?as, es dificil concevir un momento en que el kotel era profanado y no era posible llegar a ?l, languideciendo con desaliento bajo un gobierno ajeno.
Lo visitamos cuando queremos, tenemos la libertad de recitar cualquier plegaria, u ofrecer tanta alabanza o lagr?mas como nuestro coraz?n desee.?
De todas maneras, fue solo hace 48 a?os, en el 28 del mes hebreo de Iyar, que esta antigua reliquia del per?odo del Gran Templo de Jerusalem fue retornada a nuestro pueblo, un evento que conmemoramos cada a?o en Yom Yerushalaim.
?Pero cu?nto realmente apreciamos este muro? Temo preguntar, pero: ?quiz?s incluso tomamos al kotel como algo obvio?
Por supuesto, el Monte del Templo, el cual se encuentra por sobre el kotel, es nuestro santo sanctorum, m?s a?n que el kotel. Y debemos trabajar para poder subir con libertad, sin ninguna restricci?n pol?tica.
?Quiz?s nuestra total libertad de llegar al kotel nos hizo perder el sentido de este tan especial lugar?
Considere lo siguiente. Hay un midrash en Bamidbar Raba (11:2) donde los sabios, basados en un vers?culo del Cantar de los Cantares, afirman que ?el muro occidental del Templo (el kotel) nunca ser? destru?do?.
La audacia de estas palabras es asombrosa. A la altura del sufrimiento de nuestro pueblo en el exilio, hace muchos siglos atr?s, cuando fuimos masacrados, perseguidos y cazados como ninguna otra naci?n lo ha sido, ?c?mo puede alguien sugerir que todos los conquistadores de Jerusalem dejar?n al muro en su lugar?
Y a?n as?, aqu? est?, se erije con toda su grandeza, desafiando la historia, la humillaci?n y las probabilidades, un testimonio f?sico de las promesas divinas que les fueron realizadas a nuestros ancestros hace mucho tiempo atr?s.
?Pero cu?n seguido lo visitamos? ?Cuando fue la ?ltima vez que acarici? sus piedras o inclin? su cabeza y se apoy? en ?l para obtener socorro espiritual?
Seguro, est?n aquellos que peregrinan asiduamente al lugar, mientras otros lo visitan en momentos de necesidad.
Pero hay muchos de nosotros ? muchos, much?simos ? que no han visto el muro en toda su gloria en a?os o incluso en d?cadas.
Esto tiene que cambiar. Especialmente ahora, cuando hay una gran presi?n sobre el Estado Jud?o de dividir Jerusalem.
Por lo tanto, es tiempo de que cada jud?o, todos aquellos de nosotros que amamos a Jerusalem y abogamos por su uni?n y su santidad, de realizar una simple promesa: visitar el Kotel al menos una vez al a?o. No deje pasar doce meses, no deje que el tiempo pase sin ir a la Ciudad Vieja de Jerusalem y pararse frente al muro.
Solo imag?nese lo que nuestros ancestros a lo largo de las generaciones hubiesen dado para poder vislumbrarlo incluso por unos momentos. ?C?mo podemos desaprovechar la oportunidad de visitarlo, de estar all?, de mostrarle al muro, a D-ios y a toda la humanidad, que este lugar es nuestro y no debemos devolverlo nunca?
Una pregunta: ?alguna vez se pregunt? qu? es lo que mantiene a la pared en pie? ?Qu? es lo que hace que estas piedras majestuosas se encuentren unidas?
No hay cemento o adhesivo, nada que pareciera que puede mantenerlas en pie. ?Cu?l es el secreto?
El difunto Rabino Dov Perla, el Rabino del Kotel, ponder? esta pregunta y le dijo a un visitante que se encontraba en el lugar, ?es la presi?n, la presi?n de est?s pesadas piedras, una sobre otra ? este es el secreto de su posici?n vertical, ?igual que el pueblo jud?o!?
?Cuanto m?s nos presionaron las naciones?, continu?, ?cuanto m?s presi?n externa enfrentamos, eso es lo que m?s nos uni?. Esto es lo que ha mantenido al muro en pie, y este es el secreto de nuestro pueblo tambi?n?.
En Yom Yerushalaim de 1967, Jerusalem fue unificada, y nos reunimos con ella, el coraz?n de la naci?n, la fuente de nuestra alma colectiva.
Compromet?monos con este sentido de unidad visitando el Kotel en forma anual y no lo abandonemos nunca m?s. Realice la promesa ahora y c?mplala. El kotel, y especialmente ?l, que lo custodia, lo esperan.