En esta parash? nos encontramos por primera vez con los Diez Mandamientos. Diez mandamientos que fueron entregados al pueblo de Israel como parte de sus preceptos morales y religiosos. El primero de los Diez Mandamientos se refiere a la fe en Dios. Este primer mandamiento afirma que el conocimiento de Dios es simult?neamente la negaci?n de los ?dolos.
Dios ?se presenta? en este primer mandamiento delante del pueblo de Israel, ense?ando el precepto de la fe en Dios. Su presentaci?n es clara y concisa: ?Yo soy tu Dios… que te sac? de la tierra de Egipto…? Dios se presenta como el Dios de la historia, un Dios personal que es consciente de lo que sucede con su pueblo y no es ajeno a su situaci?n.
Muchas personalidades trataron de definir qu? es la fe. A pesar de que se trata de un concepto antiguo, cada generaci?n intenta definirlo para adecuarlo a las necesidades espec?ficas de su tiempo.
La fe no es una entidad inmutable. Cada generaci?n determina sus caracter?sticas espec?ficas. Tampoco es id?ntica la fe de un individuo a la fe de su pr?jimo.
La fe es la apertura del esp?ritu humano ante la prescencia de Dios. Pero, ?C?mo percibe el hombre la prescencia de Dios? ?C?mo puede atestiguar su existencia? ?C?mo es posible que el primero de los Diez Mandamientos nos ordene un precepto que exige del hombre tener fe?
La fe se funda en el conocimiento de la senda de Dios. Dios se revela al hombre mediante los fen?menos de la naturaleza como determinante de los sucesos de la vida personal y social, como conductor y ordenador.
El juda?smo no exige del hombre que tenga fe en los milagros. Se pide e incluso se exige del hombre que busque la forma de llegar a la fe. La fe no es otorgada ni le cae del cielo. Es necesario el esfuerzo intelectual, personal, para comprenderla y, aun en mayor medida, para experimentarla.
Muchas veces las personas est?n convencidas de que la fe es una cuesti?n de suerte: hay personas que nacen creyentes y cuyo destino es tener fe, y otras que nacen no creyentes y por ende no tienen posibilidad de arribar a ella.
No es as? la concepci?n jud?a al respecto. Aprendemos del patriarca Abraham que existen caminos para llegar a la fe, y que ?stos se hallan al alcance del hombre y de su pensamiento.
Algunos de los caminos sugeridos por la tradici?n jud?a para llegar a la fe son la observaci?n de la naturaleza y la historia.
La naturaleza nos ense?a acerca del Creador y Cuidador. Si observamos la Creaci?n, el mundo, el hombre, podemos llegar a la conclusi?n innegable de que son fruto de una cuidadosa planificaci?n. La tecnolog?a moderna descubre constantemente pruebas de la planificaci?n y el pensamiento en el mundo de la naturaleza. Este pensamiento nos ense?a acerca de la existencia de una fuerza orientadora en el principio del proceso, pero esto no es suficiente. La naturaleza sigue su actividad incesante. Los hombres siguen viviendo. Se levantan por la ma?ana despu?s de dormir. Las plantas crecen y los animales se reproducen. La naturaleza no se detiene. Somos testigos de una fuerza orientadora que, adem?s de haber ideado el plan original, sigue estando presente para permitir el funcionamiento de la maquinaria de la naturaleza.
Tambi?n es posible, mediante la observaci?n del desarrollo de la historia jud?a, percibir la existencia de una fuerza orientadora que la gu?a. La existencia del pueblo de Israel no es com?n ni natural. Un pueblo que vive sin territorio ni gobierno a trav?s de miles de a?os. Un pueblo cuyos enemigos y perseguidores tratan constantemente de destruirlo y borrarlo de la faz de la tierra. La explicaci?n para su existencia f?sica y espiritual es la existencia de una fuerza sobrenatural.
A pesar del alejamiento del hombre moderno del mundo de la fe, el concepto de ?fe? se presenta cientos o miles de veces en el curso de su vida, sin que el hombre se detenga en su camino apresurado para preguntarse acerca de su significado. ?Cu?l es la escencia de este concepto y cu?l su importancia dentro del juda?smo?
En verdad, no existe un hombre que viva o pueda vivir sin fe. La fe en su sentido m?s amplio no se relaciona necesariamente con la fe en Dios. Es, en cambio, un sentimiento de confianza en algo. En los padres, en un amigo, en la sociedad, en los sentimientos y las actividades del cuerpo, en el conocimiento y en los ideales. La fe se revela en cada una de las acciones del hombre. Es verdad que la fe, en su sentido m?s especial, es la fe en Dios. La fe es el reconocimiento de Su existencia, Su supervisi?n y Su relaci?n con el hombre y con el mundo.
Existen ciertos tipos de fe que se encuentran en el hombre desde su ni?ez y otros que deben ser adquiridos a trav?s del estudio y la comprensi?n. El ni?o cree en su madre desde el momento de su nacimiento y a lo largo de su vida entera. Sin embargo, en nuestra generaci?n, la generaci?n de la tecnolog?a y la racionalidad, el hombre no llega al mundo provisto de fe en Dios, en su mente y su coraz?n.
El individuo debe llevar a cabo un esfuerzo personal e intelectual para reflexionar sobre el tema de la fe y sus implicaciones para el hombre moderno.
La fe no es un fen?meno nuevo en la existencia eterna del pueblo jud?o, sino que nos acompa?a desde el comienzo, en la fugura de nuestro patriarca Abraham, a trav?s de una larga historia de acci?n, sufrimiento y tortura, desde la inquisici?n y hasta el Holocausto. La fe en Dios estuvo siempre en el centro mismo de la existencia jud?a. Generaciones enteras nacieron dentro del mundo de la fe. A trav?s de numerosas generaciones, los individuos fueron expuestos desde su nacimiento a costumbres y principios religiosos, dentro de familias en las cuales, junto con la leche materna, recibieron los principios dela fe en el Dios de Israel.
No ocurre lo mismo en nuestra generaci?n, en la que la fe debe ser el resultado de la reflexi?n y el estudio.
La crisis m?s significativa en la vida jud?a y religiosa de nuestro tiempo deriva de la brecha que existe entre la amplitud de nuestros conocimientos acerca de la naturaleza y de la vida, y la estrechez de nuestro inter?s y nuestro conocimiento de la vida religiosa y de la fe.
Mientras que programamos en todo lo concerniente a nuestra vida pr?ctica y cada vez perfeccionamos m?s nuestro conocimiento y nuestra tecnolog?a, en el aspecto de la fe y el pensamiento estamos en pleno retroceso. La diferencia entre nuestra madurez y nuestro progreso por un lado, y lo infantil y primitivo de nuestra vida espiritual y nuestra fe por el otro, causan un problema inmanente en nuestra relaci?n con la fe y la religi?n.